"escribir es una maldición, pero una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra como un vicio penoso del cual es casi imposible librarse, pues nada lo sustituye. Y es una salvación. Salva el alma presa (...) salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba." Clarice Lispector.
martes, 5 de octubre de 2010
el salto que no damos
Como dijo don Julio "la vida como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos".
Últimamente la vida se volvió la inminencia del salto. Hay que darlo.
Mientras él propone polvos y paseos de reencuentro desoye mi voz porque no le grito. Todo empieza como una avalancha a tranco de caballo, la mirada fija hacia adelante, una seguidilla de mimos y quereres que siempre parece in crescendo. Sigue, fluye -dice que fluye-, acaricia.
Mi voz acompaña cautelosa, oigo con curiosidad y reconozco el desafío que significa creerle ésta vez. Sabe, no es estúpido.
Una noche cualquiera, una más entre tanta palabra esperada y ofrecida, mi voz se vuelve límpida. "Quiero seguir lo que el corazón me dice, pero está maltrecho". Él escucha "no nos vamos a ver ahora". Se detiene la avalancha. Nada fluye. Como alguna otra vez que no di el salto. Como alguna otra vez, cuando todo fue polvo.
Sabe.
Manipulando mi alma, la que conoce, la que nunca grita, ofrece polvos como si de oro se tratara.
Sabe.
Vocea sus mercancías de imitaciones mezquinas.
Si no hay amor que no haya nada entonces, alma mía, no vas a regatear! me digo una vez más.
XYZ
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