miércoles, 12 de mayo de 2010

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Croquis fragmentario de la moralidad perfecta.
Esa gente que, desviviéndose por dar una imagen de alta moral -'ante sí mismos' dicen, pero ya lo dijo Freud, para que los demás la legitimen-, una imagen de autenticidad, desviviéndose por aparecer justos, sinceros, correctos, 'buena gente', consiguen eso: des vivirse. Llevan hasta el ridículo cierto sentido de la libertad abaratándola en egotismo. La buena gente no necesita ejercitar la destreza de actuar bien, sólo actúa bien con una transparencia que contagia luz sin proponérselo.
No se consideran inexpertos, no son novatos porque el contador virtual de puntos de xp no marca 0, y cada nuevo clic los vuelve más maduros y astutos.
El discurso es harto elaborado, como si dedicaran mucho tiempo a dilucidar aspectos importantes de sus vidas; bastante más elaborado que sus vivencias.
Cuando no los enerva, el resto de las personas sencillamente los aterra. Inseguros y pusilánimes, se presentan cazadores, estrategas de lo confuso enriedan a la presa, que después mordisquean fingiendo desgano:  las uvas estaban verdes. Que los movimientos y los gestos fervorosos no nos engañen, no sienten fervor aunque actúen fervorosamente: el mundo entero no los comprende.
Besan pero no desean besar. Hablan pero no desean hablar. Todos sus actos son apariencias que la pobre imbécil multitud de "los demás" jamás comprenderá en su verdadera profundidad. Ellos son sus actos, pero creen que son sus ideas. Como todo el mundo, ignorantes de sus propios límites hasta tocarlos, se autonominan ilimitados. Suelen tener en gran estima la tolerancia, como si de eso se tratara relacionarse con humanos: hay que vivir tolerándolos, como un semidios tolera a los inferiores, condescendiendo se sienten buenos: toleran.
Conocen la perfección, saben reconocerla cuando llena sus mentes y sus vidas tal como lo hace una entelequia. La amistad perfecta era aquella que -siempre en un pasado glorioso- sin pedir nada los hacía sentirse momentáneamente especiales. El amor perfecto era aquel jamás salpicado por la mugre de la experiencia directa y constante de la realidad humana. Héroes incomprendidos de una irrealidad cultivada, sólo saben qué no-son, qué no-sienten, qué no-desean, qué  no-toleran. Y así, matan, pero sólo para hacer un presunto bien, eso los salva de ser asesinos. Caminan en dos pies, pero no son bípedos. Mienten, pero sólo para proteger a los pobres de la verdad que no soportarían, eso los libera de ser falsos. Juzgan, pero se declaran incompetentes a la hora declarada. Succionan discretamente, pero no son vampiros.

Es de la clase de gente que actúa 5 + 2 + 2... pero incapaz de reconocerse 9.

XYZ

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