Ese era el punto crítico: no gritar amor, no gritar jamás.
Pero sí pensarlo, susurrarlo, llorarlo, maldecirlo.
Cuando el amor arrecia el jamás se vuelve un refugio.
Z fantasea con ese despertar
una mañana de café caliente
después de una noche entera de tempestad erótica.
Y gritarle jamás al refugio
bienvenir la borrasca
y los resplandores.
Un zoom emocional hubiera evitado la pregunta.
XYZ
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