Cuando KU recuerda, las imágenes siempre reúnen a dos personas.
Durante meses fueron poblando su memoria las imágenes que ahora pueden
valerse por sí mismas, valer lo que valen sin necesidad de cotejarlas,
sin necesidad de preguntar qué es ni por qué. Valiosas y dulces porque son de ella,
porque decidió guardarlas, recrearlas, y quererlas. No importa si otros no saben, o no acuerdan;
en su alma son auténticas.
Él es el protagonista de esta historia, y la distancia no es motivo suficiente para
la ausencia. Él vive en estas líneas, y es el co-autor de las palabras que crecieron
a medida que el tiempo los juntaba.
La memoria de KU se alimenta de sensaciones,
pero también de letras y palabras. Son amigas siempre,
las palabras transportan sentimientos, acortan las distancias,
atrapan lo que la piel guarda en silencio. KU vive con las palabras,
que necesitan el silencio para hacerse, que brotan desde el fondo de los días
y de las noches que acompasaban la galaxia que hoy recuerda.
Pero hay otra memoria en esta historia.
Entonces, el espacio está abierto a sus palabras.
Y a su silencio.
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