miércoles, 28 de abril de 2010

de La galaxia perdida

Narrar es, entre otras cosas, tomar conciencia de la temporalidad propia,
contando una historia se vive mientras se comprende desde una nueva perspectiva.
Cuando no hay palabras para decir lo que hay que contar,
se crean.
En este lugar perdido, una galaxia de deleites que hoy es sólo una memoria,
un meteorito de dimensiones desconocidas provocó una gran nube de materia deshecha que todo lo cubre.
Veo como van cayendo las partículas, como Juan las ve por primera vez antes de ser el Eternauta, no son inofensivas: destruyen lo que tocan. Entonces decido contar la historia del lugar que antes ocupó este futuro espacio vacío.
Mientras la nube va disolviéndose y pueden verse las ruinas de lo que fue,
recurro a la memoria de KU para reconstruir imágenes que irán a parar al espacio,
perdidas una vez que las abandone a su propia suerte.
La historia empieza en una plaza, una tarde de sol suave. Aunque muchas personas se entretienen
alrededor, cerca, no llegan al oído de KU las voces ajenas, porque la voz de alguien, su sonrisa, sus ojos,
ocupan el aire por completo.
Ella está rodeada de tibieza, y piensa que puede ser el sol de invierno.

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