miércoles, 28 de abril de 2010

de La galaxia perdida

En el recorrido por la galaxia KU encuentra toda clase de cosas que han sobrevivido al meteorito.
Buena manera de llamarlo, ya que ellos nunca pueden usar las palabras de todos para nombrar las cosas como son.
El último hallazgo no es gran cosa, cierta luminosidad reveló lo que irrita y lastima:
KU no va a hablar de todo lo que todo el mundo ve, de todo lo que el resto del mundo cree.
Las apariencias engañan casi siempre, y ésta vez no importa,
porque en apariencia él se muda a un paraíso, a un estado perfecto de unión, de buena fama entre el público, de celebridad momentánea.
Y él lo disfruta, lo alimenta, sumiso deja que todos lo aplaudan. Eso está a la vista, y es de manual: ya sabemos qué le gusta al público
cercano y lejano, ya sabemos que clase de historias tienen el aplauso y cuáles la maldición.
Entonces, no hay mucho que compartir de las apariencias públicas, están al alcance de KU como de cualquiera en esta gran obra.
Si algo puede habitar esta galaxia, si de algo vale la pena hablar, es justamente de lo que ningún público conoce; entonces vale la pena buscar palabras y gestos, establecer fechas, revelar secretos.
Ni explicar, ni analizar, y entonces comprender. Hay que ver lo que hay en esta galaxia, hay que desenmascarar la mirada para poder decir lo que hay, lo que es y existe más allá de las apariencias.
Entonces sí, hablar significa algo.
Entonces sí el silencio y el miedo pierden batallas y terrenos.

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