KU recorre espacios ocupados por palabras atropelladas, escritas a los tirones,
cartitas dejadas en el buzón secreto y compartido.
Empezaron siendo abiertas y vulnerables,
como si el miedo no hubiera alcanzado todavía a dictarlas,
eran frases rotundas y fuertes, dulces palabras de amor
que estallaban en el alma cada vez que ella miraba el buzón
y él estaba ahí.
Sus palabras eran siempre difíciles,
siempre el miedo de no ser comprendido,
el miedo de ser mal entendido,
siempre el miedo de la mano,
aunque no alcanzaba a silenciar lo que había que gritar
para sentirse vivos.
El miedo es un compañero de ruta de estos personajes. Miedo de todo lo que no puede moverse de su lugar sagrado.
El miedo ataca lo más frágil, lo más suave: la piel del alma,
si logra callarla, será mucho más fácil que domine el resto de la vida.
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