KU pensó todo el día como escribir dos palabras sin clavarse todos los puñales
al mismo tiempo.
Se sintió bien recordando un cumpleaños lejano, una noche que hizo temblar la galaxia con el roce de los dedos.
Se acurrucó en ese recuerdo, dejó que los dedos lleguen hasta sus manos,
escuchó música que la acompañe a ese paisaje.
Pensó que quizás fuera cierto que los pensamientos buenos e intensos
pueden llegar a destino aunque la voz no diga nada.
Y así pasó ese día, enviando pensamientos,
esos besos interminables, y escapó de los puñales.
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